Predícate a ti mismo.

 


Romanos 2:21-24.

La Biblia de las Américas

21 tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas[a] que no se debe robar, ¿robas? 22 Tú que dices que no se debe cometer adulterio, ¿adulteras? Tú que abominas los ídolos, ¿saqueas templos[b]? 23 Tú que te jactas de la ley, ¿violando la ley deshonras a Dios? 24 Porque el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros, tal como está escrito.

Siempre estamos dispuestos y algunos están disponibles a predicarle a otros, ya que es un mandamiento y es nuestro deber y responsabilidad, pero también tenemos la gran responsabilidad de predicarnos a nosotros mismos. ¿Alguna Vez te has predicado a ti mismo? ¿En algún momento te has asegurado de estar convencido de tener fe en Cristo?

El predicar a otro es una gran responsabilidad, pero el predicarte a ti mismo es aun mayor. En el pasaje que acabamos de leer, en su contexto Pablo le escribe a los interpretes de la ley y les dice que ellos también serán juzgados por Dios de lo que juzgan a otros porque practican las mismas cosas.

Lo segundo que observamos es que nuestra conducta produce que los que no conocen a Dios blasfemen de él. Por ello es de suma importancia antes de predicar, evangelizar a otros tengamos que predicarnos y evangelizarnos nosotros mismos.

Lo tercero es que Pablo les habla a hombres que conocían la ley mejor que cualquier persona, lo que significa que no importa el conocimiento que tengas de las escrituras, ni el tiempo que tengas como cristiano, debes continuamente examinar lo que crees y predicarte a ti mismo.

 

«El hábito diario más importante que podemos poseer, es recordarnos a nosotros mismos el evangelio» — Charles Spurgeon.

 

Acerca de esto, Jerry Bridges escribe: “Predicarte el Evangelio a ti mismo, quiere decir hacerle frente a tu propia pecaminosidad y huir a Jesús por la fe en su sangre vertida y su vida justa. Quiere decir apropiarte, de nuevo por la fe, del hecho de que Jesús completamente satisfizo la ley de Dios, que Él es tu propiciación, y que la santa ira de Dios ya no está dirigida hacia ti” (del libro: La Disciplina de la Gracia).

I.             ¿VIVES LO QUE ENSEÑAS Y PROCLAMAS?

 

Pablo confronta directamente esta actitud hipócrita de pretender ser un gran maestro, pero tener una vida totalmente inconsecuente con lo que se enseña. Al parecer en la época del apóstol, más de un rabino era conocido por su conducta escandalosa y abiertamente pecaminosa, pero aun así se consideraban grandes maestros y así lo consideraban otros. Por cierto, hermanos, no estamos lejos hoy día de tal condición; hay hombres brillantes, que dominan los idiomas originales de las escrituras, que dominan la filosofía y la historia, que logran articular enseñanzas magistrales, con contenido realmente bíblico en muchas ocasiones, pero sus vidas terminan desvirtuando sus enseñanzas.

¿Realmente crees lo que Dios ha prometido y lo que Jesús enseña en medio de la prueba y la dificultad?

Si enseño que Jesús, libera, y salva, yo tengo que enseñármelo primero a mi mismo, antes que a otra persona.

 

2- ¿VIVES DE ACUERDO A LO QUE PREDICAS?

Vives con fe o con incredulidad, con valentía o con temores, vives creyendo que Dios esta contigo o que estas desamparado. De allí la pregunta y respuesta del salmista:

¿Por qué te abates[o], alma mía,

y por qué te turbas dentro de mí?

Espera en[p] Dios, pues he de alabarle otra vez[q].

¡Él es la salvación[r] de mi ser[s], y mi Dios![1]

22 Tú que dices que no se debe cometer adulterio, ¿adulteras? Tú que abominas los ídolos, ¿saqueas templos[b]? 23 Tú que te jactas de la ley, ¿violando la ley deshonras a Dios?


3- ¿A QUIÉN ESTÁS HONRANDO?

“Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?”. ¿En verdad te glorías en Dios, en su poder, en su gracia, en todas sus perfecciones? ¿o realmente te glorías en tu conocimiento de dicha ley, en tus habilidades para comunicarla, en tu reputación y lo que crees que eres?, la respuesta a estos interrogantes indicará realmente con quién es tu compromiso, con Dios o contigo mismo. ¿Qué es lo que realmente te importa, la gloria de Dios o tu propia gloria?, ¿qué intereses realmente promueves, los de Dios o los tuyos?

Muchos años atrás tenia un compromiso conmigo mismo, no con Dios, vivía para mi y mis deseos no los de mi Señor…. Pero desde que comencé a predicarme a mi mismo todo eso cambio. – Antes de evangelizar a otros, tuve que evangelizarme a mí mismo.

 ¡TODOS LOS DIAS, TENGO EL HABITO DE RECORDAME EL EVANGELIO A MI MISMO!

4. ¿CUÁL ES EL MENSAJE REAL QUE DAS DE DIOS CON TU VIDA?

24: “Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros”. Pero, ¿qué es lo que vemos en la iglesia nominal de hoy, no es acaso una falta de compromiso en ser luz y sal de la tierra, provocando la burla al evangelio por parte de los que no conocen a Dios?, ¿y los que se dicen comprometidos con la verdad histórica, no los vemos caminando hacia herejías destructoras como el liberalismo que desecha la fe bíblica e histórica por puro humanismo, aunque digan someterse solamente a las Escrituras?, ¿promueve la Biblia el aborto, el adulterio, el divorcio, la destrucción de la familia como lo hacen los sistemas paganos llamados progresistas con los cuales algunas “iglesias” se han identificado, no solo apoyando sus proyecto políticos con su voto, sino promoviendo estas prácticas en la misma iglesia?, ¿qué mensaje da esto al mundo acerca del Dios que proclamamos?.

A manera de conclusión: Predícate a ti mismo, antes de predicar a otros.



[1] Salmo 42:11.

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