Cuando él estuvo en mi lugar
Cuantos de ustedes han sentido cierto alivio cuando lo que debería pasarles a ustedes le sucede a otro que se adelantó o que por alguna situación este tomo su lugar. La celda de barrabas contiene una sola ventana cuadrada del tamaño de su rostro desde donde puede ver la colina donde son ejecutados los delincuentes como él. Tal vez porque sabe que para mañana a horas del mediodía ese será su mismo destino. No muy lejos de allí y en ese mismo instante un grupo de hombres en su mayoría religiosos murmuran y discuten haciendo gestos de desaprobación. Ante la salida de un dirigente romano que les motiva a elegir entre un buen hombre llamado Jesús y un asesino y ladrón, llamado Barrabas.
La diferencia entre uno y otro es que Jesús nunca peco, mientras que barrabas toda su vida era un pecado, estaba muerto en delitos y pecados, estaba perdido, vivía sin fe, sin esperanza y sin Dios. Cuando pensaba en este escrito me veía reflejado en la vida de barrabas, uno que merecía el castigo por sus hechos y su vida perversa. No deberían llamarnos por otro nombre que no fuera barrabas…
Una de las acusaciones más duras hacia la humanidad se halla en Isaías 53:6; todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó a su camino. Pablo lo dice así: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios, todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (Romanos 3:10-12).
Al igual que barrabas, nos encontrábamos en una sucia celda, solo esperando nuestro momento final, tal vez esperábamos que el verdugo a la hora de buscarnos nos dijera: Es el momento de morir. Pero en lugar de eso dijo: Eres libre, puedes irte. Jesús se llevó tus pecados.
Barrabas al igual que nosotros no lo entiende y se pregunta ¿Qué ha ocurrido?
Lo que ha ocurrido es que él tomo mi lugar, tú lugar, nuestro lugar…
Luis Blanco
Dr. En Teología.
Presidente Asociación Teológica de Venezuela.
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